Ajo
Varios estudios demuestran que existe una relación entre el aumento del consumo de ajo y la reducción del riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, como el de estómago, colon, esófago, páncreas y mama.
Según el Instituto Nacional del Cáncer, un análisis de los datos de siete poblaciones demostró que cuanto mayor es la cantidad de ajo crudo y cocinado que se consume, menor es el riesgo de padecer cáncer de estómago y colorrectal. Los estudios de laboratorio demuestran que los compuestos del ajo ayudan a reparar el ADN, ralentizan el crecimiento de las células cancerosas y disminuyen la inflamación. Cada diente de ajo está repleto de una variedad de fitoquímicos como los flavonoides, que también se encuentran en los arándanos y están bien estudiados por sus propiedades anticancerígenas.
Las directrices de la Organización Mundial de la Salud para la promoción de la salud en general para los adultos es una dosis diaria de 2 a 5 g de ajo fresco (aproximadamente un diente) o de 0,4 a 1,2 g de ajo seco en polvo. El ajo es ideal para dar sabor a los platos. Añada un poco a la sopa o a los guisos, al aderezo de las ensaladas y a los platos de carne y verduras.
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